jueves, 28 de diciembre de 2017

Un pequeño Oasis

   Miró el termómetro comprobando que la temperatura no subía. Ese año, su intento de evitar las reuniones familiares por enfermedad, estaba fracasando. Buscaría un viaje barato y saldría de la ciudad.
  Una hora más tarde, subía al tren mientras aguantaba por teléfono la bronca de su madre sobre la importancia de la unión familiar.
  Su vagón, uno de los últimos del talgo, iba lleno de maletas, bolsas de viaje y gente bromeando sobre los caros regalos que iba a recibir. Buscó su asiento y comprobó con satisfacción que estaba junto a la ventanilla. Sólo tendría que “aguantar” a un pasajero, pues los otros le daban la espalda. A su lado se sentó un hombre de unos sesenta años, bajito y con barba blanca; sus botas de montaña desgastadas no combinaban con un grueso jersey de lana azul sobre una camisa de cuadros de leñador.
- Feliz Navidad - dijo sonriente.Por esa buena educación recibida, de la que hacía gala
nuestra protagonista en todo momento, le regaló una sonrisa mientras metía su nariz en un libro.
- Es una época preciosa, todos se vuelven más generosos, se unen las familias, se
practica el perdón, hay alegría en los rostros de la gente.
  Su acompañante quería conversación y ella quería leer; lo miró de reojo y decidió que lo mejor era zanjar el asunto cuanto antes.
- Mire, yo respeto que usted crea en Dios, en papa Noel o en el “burrito sabanero”, pero
no me cuente lo del espíritu navideño. La gente compra percebes a doscientos euros, presume de ello y, sólo dan limosnas a la salida del mercado si es su criada la que va a comprar. En esta época sigue habiendo violaciones, desahucios, corruptos y hambre. El      “espíritu navideño” sirve para que la gente gaste lo que tiene y lo que no tiene; se emborrache y practique esa hipocresía de tener que aguantar, con buena cara eso sí, como determinados miembros de tu familia se ríen de tus ideas y te insultan. Pero lo hacen sin maldad, por supuesto. Es el alcohol y su “analfaburrismo” del que no quieren salir. Si desea que sea educada, guarde silencio.
El hombre la miró sorprendido. Ella metió de nuevo la cabeza en su libro y el hombre cerró los ojos.
    Cuatro horas más tarde llegaban a destino. Su acompañante le tendió la mano y le dió un papel.
- Hay diferentes modos de celebrar la Navidad, yo pongo mi granito de arena aún
sabiendo que el desierto es inmenso y que no tiene murallas.
Ella cogió el papel y bajó del tren apresurada. Tomó un taxi para llegar al hotel. Dejó la pequeña maleta sobre la cama de su habitación y huyó al Museo del Prado. Visitaría  todos los museos de la ciudad hasta que éstos cerrasen sus puertas. Entonces, volvería al hotel a comerse un bocata de atún con mahonesa.
  Sacó los guantes del bolsillo de su abrigo y el papel que le diera aquel anciano del tren cayó al suelo. Miró lo que había escrito: una dirección escrita a läpiz con caligrafía gótica. Era la misma calle donde se encontraba. Su curiosidad pudo más que su pasotismo y buscó el número 36. Una casa bajita, antigua, propia de los sueños de Cervantes llevaba ese número.     La puerta estaba abierta y dentro se amontonaba la gente con abrigos raídos. Al fondo de lo que parecía el salón, estaba su acompañante.
- Me alegra que haya venido- le dijo sonriente.
- ¿Esto es lo que hace? ¿ les dan de comer un día y lavan su conciencia para el resto del año?
  - No. Les damos ilusión para el resto del año. Aquí hay abogados, empresarios,
médicos, profesores… todos traen comida, medicinas y toman nota de la gente con dificultades. Después les dan trabajo, los llevan a sus hospitales o los defienden en los juzgados si es necesario. Ninguno de ellos sale en prensa y no todos son cristianos. Reconozco que mi jefe no le cae bien a todo el mundo- mostró su blanco alzacuellos bajo la camisa de leñador- lo único importante es que todos colaboran con humildad y generosidad. Somos pequeños granos de arena, o dicho de un modo más exacto: Somos pequeños oasis en este inmenso desierto que es el mundo.
Una mujer apareció de la nada y se echó al cuello del cura.
 - Padre, hemos recuperado nuestra casa. He encontrado trabajo y sé que todo se lo
 debo a usted.
 - No, yo sólo abrí la puerta y tú entraste. Ahora recuerda que lo que das vuelve a ti multiplicado. Dar y recibir. Amar y ser amado. No hay otra ley por encima de eso. No tenemos una varita mágica para cambiar todo lo injusto que hay en el mundo, pero si cada uno es generoso consigo mismo y con los que tiene más cerca, el mundo ya no será un desierto. ¡Será un inmenso oasis!

  Con lágrimas en los ojos y con el corazón lleno de eso que llaman “espíritu navideño”,  nuestra protagonista, empezó a servir comida en los platos, a tomar nota de nombres y problemas. El próximo año, ganaría menos dinero en los tribunales, pero estaría haciendo algo por los demás, no sólo quejándose en la cafetería de la esquina o despotricando contra los políticos frente al espejo del baño. El mundo quizá siguiera siendo injusto e hipócrita, incluso puede que su familia continuase llena de “analfaburros”, pero ella tendría un oasis, abierto todos los días del año.
Su teléfono sonó.
  - ¡Feliz Navidad mamá!.

domingo, 8 de febrero de 2015

El don de una poeta

El búho se había ausentado de la charca durante un tiempo; uno de sus muchos viajes a lo largo del mundo. El sapo lo esperaba impaciente, sabiendo que sólo llegado el momento preciso su amigo volvería.

La última vez que se habían visto, el sapo deseaba dejar la charca, viajar, tomarse unas pequeñas vacaciones. Pero decidió no ir a ningún sitio. No quería huir, ni salir corriendo con la mochila cargada de miedos. No, aún no era el momento. Antes de viajar debía hacer su propio viaje interno.
" Es más fácil cambiar de casa que cambiar de creencias".
Aquella frase del búho lo retuvo en la charca. Poseer un poco más de sabiduría y controlar sus miedos era algo que creía imprescindible antes de partir.

- Te veo pensativo amigo sapo- dijo el búho a modo de bienvenida- ¿Va todo bien?
- Si y no - contestó el sapo- necesitaba volver a escuchar tus historias y tus sabios consejos
- Yo también me alegro de verte, he estado fuera resolviendo cosas y aprendiendo. ¡Vamos amigo sapo! Yo todavía sigo aprendiendo aunque me consideren algunos "sabio"- el búho sonrió. Su sonrisa era tan excepcional como él, pensaba el sapo- Ven, sube a mi espalda. Te llevaré a conocer a alguien.

Cruzaron el bosque, las montañas y divisaron un gran río, una inmensa línea azul. Y casas. Muchas casas de diferentes tamaños que hicieron que el pequeño corazón del sapo diese un vuelco.
- ¡ Humanos!¡ Ahí viven los humanos! ¡ Voy a verlos!- grito lleno de júbilo el sapo.
El búho inició su descenso, posándose suavemente junto a una ventana.
- Observa y escucha, más no hagas ruido- le ordenó el búho.
El sapo miró detenidamente a través del cristal. Una bella mujer de rubios cabellos y unos ojos tan azules como el río que habían cruzado escribía algo en un papel. En su mesa, cientos de hojas garabateadas y un jarrón con rosas.

"Las apariencias engañan"
Siempre preferiré el juego,
a la rigidez, o al misterio de las lágrimas.
El mirar de distintos ángulos,
a la ceguera obligatoria de las circunstancias.
Reírme de las arrogancias y todas las "...ncias",
a golpearme el pecho con culpas de subastas.
Siempre, pero siempre, insistiré en lo que siento,
a dejarme llevar por apariencias "equilibradas".
Sentirme libre desde dentro hasta tu cuerpo,
a tener que apresar entre los dedos las distancias.
Siempre preferiré la seducción,
a quedar atrapada en reglas y normas gastadas.
Pero sobre todo, siempre,
pero siempre, trataré con recelos
a quien cree tener la última palabra.

Elen Fouéré
El sapo miró extasiado al búho.
- Maestro, ¿es una diosa?, ¿es una humana? Porque no entiendo como palabras tan bellas pueden ser escritas. No me importaría tener semejante don.
- ¡Chissst! ¡Habla más bajito! Vamos te responderé en el camino de vuelta.
El sapo miró una vez más a aquella mujer de bellos rasgos. No podría en años olvidar su simétrico rostro ni su halo luminoso.
- Esa mujer es humana y poeta- comenzó a contarle el búho.- El don que posee es el de la sensibilidad y su modo de sacarle provecho, en su beneficio y en el de todos, es escribir poesía.
- Maestro, yo nunca tendré un don así- el sapo suspiraba.
- Nunca debes tener envidia del don de otros, ¡recuerda lo peligroso que es ese sentimiento! Todos tenemos uno diferente. Pero el que lo utilices para bien o para mal, marcará la diferencia. Un don sólo es virtuoso cuando se transforma en algo que nos hace sentirnos bien y que de un modo u otro ayuda a la gente que te rodea.
- Maestro, pero yo no soy tan sabio como tú, ni sensible como esa hermosa mujer. - replicó el sapo- ¡O no tengo ningún don ó está muy escondido!.
- Amigo sapo: Todos tenemos un don ¡todos! Y es de nacimiento, pero hay que descubrirlo y desarrollarlo. Esa poetisa, igual que otros artistas. Lleva años estudiando, rectificando y también ha pasado por buenos y malos momentos. Si no tienes experiencia, si no has reído o llorado, sufrido o gozado no podrás diferenciar entre una cosa u otra. Y la sabiduría es eso: experiencia, discernimiento y poner ambas cosas en práctica.
Habían llegado a la charca.
- La mujer que hoy has visto también ríe y llora. Incluso hubo una época que dudo de su don y de sí misma, como todos nosotros. Amigo sapo, en breve descubrirás tu don y para ello, pregúntate muchas veces: ¿ Que hago realmente bien y además me hace sentirme bien? Cuando respondas mil veces lo mismo y sepas que con ello puedes alegrar un poco la vida de los demás, tendrás la respuesta.
El búho alzó el vuelo, dejando una vez más reflexionando al pequeño sapo.


              Gracias Elen Fouere por prestarme tus letras y tu rostro para este relato.

miércoles, 6 de agosto de 2014

El Camino

- He pensado irme unos días fuera. Quizá vaya a buscar a alguien de la familia o algún viejo conocido.
Aunque el calor aún era sofocante a determinadas horas del día, las tardes ya eran más cortas, lo que anunciaba que en poco más de un mes llegaría el otoño. El sapo tenía la mirada acuosa mientras le contaba sus intenciones a su amigo el búho.
-¿ Serán unas pequeñas vacaciones?, o quizás ¿un viaje por algún motivo?
- Es una excusa- contesto el sapo- tan válida como cualquier otra para infundir un poco de valentía a mi alma y salir del limite del prado, de esta charca.
-¿ De verdad necesitas una excusa para salir de esta charca? Amigo sapo, poner un sólo pie en el camino resultará peligroso para todo aquel que quiera mantenerse siempre en la seguridad de su hogar. Es peligroso incluso pensar en vivir aventuras, porque todo viaje es una aventura, incluso aquellos que son cerca o a otro lugar seguro, como las casas de los familiares. El camino siempre esta lleno de imprevistos, de cosas que no conoces o que aún conociendo pueden cambiar y volverse hostiles.
- Maestro, ¡me estáis dando miedo! Y no os entiendo, porque siempre me habéis animado a volar, a salir de esta charca y ver más allá- dijo casi sollozando el sapo.
- Mi pequeño amigo, ¿acaso no ves que lo que yo he dicho en voz alta es lo que una parte de tu mente te estaba diciendo a ti?, ¿que mi voz sólo expresaba tus miedos internos?. Cuando tus miedos salen de tu cabeza y los oyes en otra voz es cuando realmente ves lo absurdos que son.
El búho tomó aire, giró la cabeza y miró dulcemente a su amigo.
- Ve por los caminos, emprende un viaje; largo o corto, con destino fijo o sin él, pero hazlo si eso es lo que realmente quiere tu alma. La tuya, no la mía, es la que debe decidir. Más no huyas, ni te lleves mucho peso en la mochila, pues entonces no gozarás del viaje.
Una hoja pasó volando delante de ellos, mecida por el viento sin tocar el suelo, dejándose llevar sin preguntar, sin hacer conjeturas sobre su destino. ¿Acaso sería una señal?
- Durante una de las largas temporadas que viví con los humanos me llevaron a realizar un largo viaje.
 El búho se disponía a contarle una historia al sapo y eso era algo que inexplicablemente conseguía que el tiempo en la charca se detuviera, que dejasen de existir los ruidos, el mundo que los rodeaba. Una burbuja dónde solo estaba su voz.
- El viaje lo hice varias veces, acompañando a ricos comerciantes, a iniciados en la magia y a devotos de una religión que llaman cristianismo. Se le conoce como El Camino de Santiago. Santiago es la ciudad donde termina el viaje, la que es el destino de todos ellos.
- ¿ Por qué gente tan diferente hace el mismo camino maestro?- preguntó el sapo.
- Ese es uno de los misterios que encierra. Cuentan que en esa ciudad se encuentra la tumba de un hombre que luchó y obro milagros llamado Santiago y que al llegar a ese lugar alcanzas la sabiduría y la bendición de ese hombre. En realidad lo importante no es el milagro, si se puede llamar así, que se obra al llegar a esa ciudad, sino todo lo que te sucede en el trayecto, pues nadie se libra de imprevistos. En realidad ese camino es más antiguo que la religión que lo ha hecho famoso y muchos hombres dejaron su huella en diferentes lugares y casas o iglesias que hay. Los iniciados en la magia van buscando esas señales, los comerciantes buscan dinero y los religiosos la bendición de un hombre.
- ¿Como es posible que un camino consiga todo eso?- el sapo no lograba entender que un sólo viaje a un mismo lugar consiguiera todo eso tan diferente.
- Porque para todos los seres es lo mismo. Porque es como la vida misma; cada uno se preocupa de una cosa, le da prioridad al dinero, a los libros, a la fe o a cualquier otra cosa que está fuera de él mismo. En ese camino, te das cuenta de que lo importante es encontrar a gente que te de la mano cuando caes, o darla cuando la necesitan. Que por mucho dinero o posesiones que tengas si te sorprende la lluvia o un temporal te quedarás sin nada. Que aunque hayas leído dos mil libros, eso no te dará un plato de comida caliente y que por mucho que guardes los preceptos de una religión, sólo la generosidad te dará aposento, pues hay veces que ni ofreciendo oro hay cama para dormir. En ese viaje todos aprenden que lo realmente importante en la vida es vivir, dar la mano a un desconocido para que siga caminando, que te ofrezcan un plato de comida. Dar y recibir, sin egos, sin vanidades, sin criticas ni juicios de valor. Es el camino que todos deberíamos hacer. Y cuando llegas al destino, emprendes la vuelta a tu casa, pero valorando lo que te he dicho.
- Maestro, ¿debo hacer yo ese camino para aprender a ser un mago?- dijo el sapo con un hilo de voz.
- No es necesario ir a Santiago para aprender todo eso, pero hay gente que no lo sabe. Es un maravilloso viaje, donde muchos encuentran el sentido a su vida. Pero hay quién encuentra sentido a su vida sin haber pisado nunca Santiago. Amigo sapo, tu decidirás donde vas de viaje y que te llevas en la mochila pero, aunque mis palabras te acompañen y yo camine a tu lado, sólo tu en tu interior podrás hallar el verdadero sentido a la vida. Piénsalo.
El búho alzó el vuelo y el sapo quedó pensativo. Eran muchas las cosas que tenía que reflexionar antes de empezar ese viaje, incluyendo averiguar si sin salir de su charca podía encontrar sentido a su existencia.








jueves, 12 de junio de 2014

Varitas mágicas

"Cuentan las leyendas que los grandes magos siempre iban acompañados de una varita mágica, un gran bastón o ambas cosas. En realidad, el origen se remonta a la noche de los tiempos, dónde animales y humanos vivían juntos y donde la magia era algo tan habitual como respirar. No todos la practicaban, pero todos la conocían."
Aquella tarde en la que había que buscar una sombra para hacer más llevadero el calor, el búho le contaba aquella leyenda al sapo.
- Entonces- preguntó el sapo- si un gran mago necesita una varita mágica o un bastón, ¡no sé como voy a poder convertirme en mago! ¡No tengo manos para poder sujetar eso.!
- Amigo sapo, precisamente porque no tienes manos para usar esos objetos es por lo te será más fácil convertirte en mago.
El sapo miro desconcertado al búho.
- No me mires así, cómo si fuese un loco quién te habla o cómo si tu fueses idiota, porque ni lo uno ni lo otro es cierto- dijo sonriendo el búho- deja que te cuente el comienzo del uso de esos objetos y entenderás mi respuesta.
"En aquel tiempo, los animales vivían en completa libertad con los humanos, en una simbiosis perfecta.
Todas las especies sabían del equilibrio, de la vida y de la muerte. Para ellos la muerte no era algo a lo que temer, al contrario, sabían que sólo era una etapa más con la que seguir aprendiendo. Ni siquiera existía el ego, pues todos eran conscientes de que se necesitaban unos a otros.
Los magos de entonces no necesitaban pócimas, velas ni otros objetos para practicar su magia. El pensamiento y la palabra eran suficientes para provocar lluvia o fuego. Tampoco hacían mucho más. Nadie ambicionaba oro ni dominar a otros seres vivos.
Un joven aprendiz llegó un día a una de las montañas del lugar. Quería practicar con las nubes y conseguir que lloviese.
Después de varios intentos en los que las nubes ni tan siquiera se movieron, el joven empezó a perder la paciencia. Debido a su inexperiencia no entendía que todo requiere un tiempo de aprendizaje. Un sentimiento, nunca antes conocido, empezó a apoderarse de él. Aquella emoción fue creciendo, hasta llenar su mente y su alma. Era la Inseguridad.
- Hay algo que los maestros tienen- pensó - Seguro que esconden algo bajo las mangas de sus túnicas que hace posible la magia.
A partir de ese día el aprendiz se volvió taciturno y desconfiado. Los maestros decidieron que lo mejor sería dejarlo un tiempo solo en el bosque. Quizás necesitaba silencio para ordenar sus ideas, aprender a tener paciencia y así se lo hicieron saber. 
Aquello fue una nefasta decisión que ni el más sabio del reino hubiera sido capaz de prever.
El joven creyó que lo apartaban porque podía descubrir sus secretos y ser mejor que ellos. Así de absurdo e indomable se vuelve el alma de aquellos que han sido poseídos por la inseguridad.
Pasó el tiempo y el joven encontró el árbol más antiguo del lugar, pues creía que éste tendría algún poder especial. Pese a las explicaciones y ruegos del viejo árbol el joven le cortó una rama.
En todo ese tiempo, con muchas prácticas, el aprendiz consiguió conjurar a los elementos. Creía que su poder no provenía de su experiencia sino de aquella pequeña rama.
Con esa certeza abandonó el bosque y recorrió el reino entero, contando a todo aquel que veía que el verdadero poder residía en su varita.
Pero la Inseguridad lo fue consumiendo por dentro y tuvo que ayudarse de un bastón para caminar.
La gente, en la que aquel aprendiz había sembrado la semilla de la duda, empezó a temer a la magia, a sus pensamientos y a creer que alguien sólo era un gran mago si llevaba junto a él una varita o un bastón. La magia, que en principio había sido algo habitual, fue convirtiéndose en algo tenebroso".
El sapo lloraba. El búho mantenía la mirada perdida, quizás en aquellos lejanos tiempos.
- La magia está en ti- dijo por fin el búho - No le confieras poder a nada por inseguridad o miedo. La verdadera magia nace del corazón, de la experiencia y del amor al fin y al cabo. No nace de ningún utensilio externo.
El búho alzó el vuelo. El sapo se enjuagó las últimas lagrimas pensando en aquel aprendiz de mago que había estropeado su vida por dar cobijo a la inseguridad.

sábado, 24 de mayo de 2014

Maestros

" Un Maestro es aquel que puede transformar las cosas. U un Maestro es aquel que domina a los elementos, que domina todo su Ser. Un Maestro es aquel que posee el Poder en la Palabra"
Una ligera brisa soplaba aquella tarde en la charca. La misma ligera brisa que había traído hasta allí aquel trozo de papel.
Una pequeña mariquita, conocedora por sus viajes del lenguaje de los hombres leía, a petición del sapo, aquella hoja arrugada y desgastada, quizá un retazo de algún libro antiguo.
Un búho llego volando, uniéndose al grupo.
- Sabías palabras- dijo a modo de bienvenida.
El sapo dio un salto de alegría al oir la voz del búho.
- ¡Hola Maestro! ¡Que bien que hayas llegado, así podrás explicarme que significan esas palabras! Bueno, en realidad no quiero saber todo el significado, sólo aprender a hacer todo eso.
- Mi querido amigo sapo- dijo con su voz pausada el búho- Lo primero que aprende un mago es paciencia. ¿Crees que si pasas toda la noche en vigilia, aguardando el amanecer, el sol saldrá antes por el horizonte? ¿piensas que si todos los días echas agua sobre una semilla, esta se convertirá antes en una flor? Toda transformación tiene un tiempo determinado bajo el sol.
- Vale. ¿y si busco más trozos de papel como ese y los leo, aprenderé antes a ser un mago?
El búho giró completamente la cabeza y resopló. No tenía muy claro si decirle al sapo que además de impaciente corría el riesgo de volverse pretencioso o si por el contrarío lo mejor sería reirse de la ignorancia del sapo. 
- Querido sapo, todo necesita un tiempo de maduración y es importante ser aplicado. Pero primero debes aprender a respetar el Equilibrio de las cosas y lo más importante: la responsabilidad que tienes para todos tus actos.
El búho miró al sapo, esperando encontrar en sus ojos la confirmación de que había entendido lo que le acababa de decir, pero sólo encontró más dudas en sus ojos. Tomo aire de nuevo y decidió explicárselo de otro modo.
-- Imagina que aprendes a conjurar a los Cuatro Elementos. Con tu mente y con tu voz podrás hacer fuego, viento, lluvia y mover la tierra que pisas. Un día, decides que llueva, porque quieres demostrar a los demás que puedes hacerlo. Unes las nubes, aparecen relámpagos y una lluvia torrencial inunda el lugar. Tu ego se hace inmenso, porque has provocado lluvia, has demostrado tu poder. En esos momentos que tu magia ha obrado, una familia de pequeñas mariquitas se disponía a salir a por comida. Con la lluvia y sin saber nadar ni poder volar todos mueren. El único responsable de esas muertes eres tu. ¿asumirías esa responsabilidad?
- Bueno, sería una tragedia- contesto el sapo- pero yo no sabía que ellos estaban ahí. 
- Exactamente. Por muy grande que sea tu poder nunca lo conoces absolutamente todo. Cada cosa que hacemos tiene unas consecuencias. Si tu provocas un poco de lluvia porque hace tiempo que no llueve será una buena acción pedida y aprobada por todos. Pero si lo haces para demostrar que tienes mucho poder, alguien correrá peligro, incluso tu mismo.
Los tres guardaron silencio durante unos minutos tras los cuales el búho volvió a hablar.
- Imagina ahora que quieres que alguien sea tu mejor amigo. Lo quieres tanto que sólo quieres que su amistad sea para ti. Utilizas tu magia para que así sea. Pero en realidad, tu no quieres su amistad, lo que quieres es que esa persona sea tu esclava porque tu estás solo y en vez de ser agradable para tener amigos, tienes que encantar a los demás para que estén contigo, cuando lo mejor para todos sería que tú fueses agradable y bueno. A la persona a la que acabas de adquirir, como si fuese la compra de un objeto, la tendrás contigo, pero no por ti, sino por un hechizo. A esa persona le estás quitando su libertad para decidir con quién quiere estar y antes o después, esa persona se encontrará sola y triste y solo será tu sombra, no ella misma. Si tu ego es más fuerte que tu bondad, te dará lo mismo. Entonces tendrás que  asumir que has encarcelado a alguien y que eso no es justo. Si a pesar de ser consciente de eso, te sigue dando lo mismo, El Equilibrio Supremo actuará, ese si es el Gran Poder que está por encima de cualquier cosa, la persona a la que hechizaste se alejará de ti y estarás solo. Por regla general, quién actúa siempre con la justificación de su ego utilizando a cualquier ser que este a su lado en su propio beneficio te dirá que eso son tonterías. Pero observa y da tiempo y verás que ese tipo de seres siempre terminan solos y con falta de alimentos.
- ¿Y porque hay gente que siendo buena y generosa también están solos?- pregunto la mariquita.
- Buena pregunta. En realidad no están solos, están bien con ellos mismos. Los que respetan el Equilibrio suelen darle poca importancia a la ostentación de grandes casas, saben que eso es transitorio. Y la mayoría de veces, tienen pocos alimentos porque los reparten con los demás.
Un nuevo silencio se hizo en la charca.
- Cuando sepas que todo lo que haces tiene consecuencias y sepas con certeza evitar las consecuencias negativas para alguien. Cuando seas incapaz de hacer daño a nadie porque al único que perjudicas es a ti mismo y porque todos somos uno y debemos respetar a todo ser viviente... entonces y sólo entonces serás un gran mago. El resto de cosas solo son pequeñas ilusiones efímeras para embaucar a otros que desaparecen tan rápido como aparecen.
El búho alzó el vuelo, dejando en el aire sus últimas palabras.   

 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Aprendiendo diferencias

        Ver amanecer siempre era un espectáculo maravilloso. Nunca había uno igual que otro. Cada uno tenía un encanto diferente. El sol siempre salía por el Este, y aunque a primera vista pareciese que todo estaba como el día anterior, sólo fijándose en los pequeños detalles veías que eso no era así.
El viento podía haber hecho caer una hoja, el rocío de la mañana resbalaba o se aposentaba en cada lugar de un modo distinto. Eso provocaba miles de posibilidades de un espectáculo diferente cada día..
 En esas observaciones y divagaciones andaba una mariposa, siendo consciente de que aunque todo parecía igual en el día a día, en realidad todo era diferente.
Una hormiga, cargando un enorme grano de maíz, bordeaba con mucho cuidado la charca. Se paró para coger aliento bajo una hoja de arnica. En ese mismo momento, una gota de rocío resbaló, dejando completamente mojada a la pobre hormiga y al maíz que portaba.

- ¡No! ¡Hoy esto no tocaba! - dijo muy cabreada- la jefa volverá a enfadarse conmigo, me sacará a patadas del hormiguero. Me quedaré sin cuarto para dormir, sin mi ración de comida. Dejaré de ser útil a los demás, seré expulsada de la organización, del hormiguero, ¡del mundo!

Y comenzó a llorar. Aunque no sabía muy bien si era por rabia, impotencia, o tristeza.

La mariposa giró la cabeza al oír gritar. La escena era para una sonora carcajada. El casco que llevaba la hormiga goteaba. El uniforme, con una pequeña hoja de color rojo en el pecho, distintivo de la colonia a la que pertenecía, estaba tan mojado y arrugado que parecía una tremenda mancha.

- Buenos días. Veo que ha sufrido un pequeño contratiempo. ¿Puedo ayudarlo?

La hormiga no escuchó a la mariposa o, al menos,  no se dio por aludida. La pobre mariposa, haciendo acopio de todas sus fuerzas para no reír, volvió a preguntar.

- Disculpe señora hormiga. ¿Puedo ayudarla?

Esta vez la hormiga si contestó, dándose la vuelta y poniendo sus patas superiores en la cintura.

- ¿Ayudarme? ¿Una mariposa? ¡No me hagas reír!

- Puedo ayudarte a llevar el grano a tu colonia, si eso es lo que necesitas.-dijo amablemente la mariposa.

La hormiga miró a la mariposa como si de un espejismo se tratase. y acto seguido rompió a llorar.
se tapaba sus pequeños ojos con las patas mojadas, lo cual hacía difícil distinguir entre el rocío y las lágrimas.

La mariposa no sabía que hacer. Después de unos segundos, en los que la hormiga no dejó de llorar, la abrazó. Solo eso: un abrazo.

La hormiga tardó en dejar de soltar lágrimas y poco a poco y a borbotones, comenzo a hablar:

- Gra... gracias. Es que si no llevo la comida a la colonia me pueden echar de ella. También dejarme en las celdas de castigo, recordarme que soy un inútil... dejarme sin techo, sin comida. 

- Vaya- la mariposa miraba tristemente a la hormiga mientras hablaba- Y si abandonas la colonia?
 
- ¿ Estás loca? ¡ Todo ser vivo necesita un lugar donde estar, contribuir, comer. Y para todo eso hay que dejarse gobernar por un jefe.

- Yo ayudo a las otras mariposas, como, vivo y tenemos grandes líderes. Pero eso es respeto y colaboración.- dijo la mariposa.

- Yo soy una hormiga. 

- ¿ Sabes una cosa? Quizás tu seas una hormiga. Quizás también, estés acostumbrada a obedecer para permanecer en una colonia donde te hacen sentir útil.... pero quizás si una hormiga abandona la colonia, pero no el compañerismo, otras también lo harían. Y los jefes se quedarían sin esclavos. Entonces aparecerían líderes, no tiranos.

La mariposa cogió aire.

Y quizá todo esto sólo sea un sueño y nunca nadie dijo que cumplir un sueño fuese fácil. A lo mejor todo esto que te estoy diciendo es difícil de hacer. Pero no sabremos si esto es posible si no lo intentamos, ¿no crees?

 Muy cerca de alli, un sapo escuchaba atentamente.

lunes, 21 de abril de 2014

Las casualidades no existen.

-¿Cuándo aprenderé a ser un mago?
El búho había vuelto a visitar al sapo. 
-¿Aún no te has preguntado por qué nos conocimos?-respondió el búho.
-¡Claro! Llegaste una noche y te sentaste aquí. Comenzaste a hablar con las estrellas y a mi me molestó. Creo que sentí celos. Una tontería, claro; las estrellas no pertenecen a nadie. Y además hay muchas, de sobra para todos. Nos conocimos por casualidad, porque estábamos en el mismo lugar.
-Me gusta que veas así las estrellas- el búho abrió y cerró las alas, mostrando lo bellas que eran. En sus movimientos, la naturalidad del que todo lo tiene pero no presume de ello- Amigo sapo, las casualidades no existen.
El sapo miró fijamente al búho. No entendía lo que le estaba diciendo. ¿Acaso no era eso lo que tenía que responder?
- Nadie posee la verdad absoluta. El gran don que tiene la mortalidad es aprender, rectificar, des- aprender y rectificar de nuevo. Nunca respondas algo que no piensas, sólo porque sea lo que el otro quiere escuchar. Eso es peligroso. Son mentiras, restan fuerza a la verdadera magia y además te convierten en su esclavo. Es preferible, que en esas situaciones, guardes silencio.
Quizás, yo no hice la pregunta correctamente. Por lo tanto, rectificaré: ¿Crees, de verdad, que nos conocimos por casualidad?
El pobre sapo seguía sin saber la respuesta. Esta vez, cerró con fuerza la boca. Si tenía alguna magia dentro de él, no quería se evaporase por una mentira tal y como le había dicho el búho. Mejor escuchaba.
-Eres rápido asimilando nuevos conceptos. Es, junto con la humildad, una gran virtud. Verás, hace unos días vino a verme una pequeña mariposa. Lleva muchas vidas siendo compañera de viaje. En cada una de ellas, su magia y su corazón se han ido haciendo muy grandes. Es tan maravillosamente humilde, que incluso sabiendo mucho, se sigue considerando una alumna. Ella me habló de tí. Me dijo que le había conmovido tu mirada limpia tras unos modales un tanto descorteses y orgullosos. Y eso me dio que pensar. 
- ¡Claro! La mariposa te mandó. ¡Tú eres el maestro del que ella me habló.!
- No. Ella no me mandó. Yo decidí venir. Hay una gran diferencia - contestó riendo el búho - Verás, muchos te pueden decir lo que puedes o no hacer. Pero créeme, incluso aunque sea para sobrevivir, fíjate en que seas siempre tú el que decide si haces algo o no.
-Ya, claro.- el sapo no tenía ni la más remota idea de lo que el búho le quería decir.
-Decidí acudir porque la mariposa me dijo que llorabas. Cuando alguien llora por un capricho, sus lagrimas se secan pronto. Cuando alguien llora por dar lastima, en su mirada hay una señal inequívoca de ego, una altanería facilmente identificable. Cuando alguien llora por verdadera tristeza, pero al más leve atisbo de esperanza pide ayuda... ¡Amigo!, esas lágrimas señalan a quien será un entrañable y sagaz alumno.
Y no me malinterpretes, querido sapo. A veces creo que me estoy haciendo viejo para contar historias o enseñar, o quizás sea que ando un poco cansado de tener que estar siempre en esa cuerda floja, en esa línea divisoria, entre hacer el bien o dejar que cada uno tropiece las veces que necesite en su camino. Pero siempre aparece alguien como tú que me recuerda que debo seguir aprendiendo, enseñando.
-Señor búho, lo siento. Me perdí. No entiendo nada de lo que me está hablando.
El búho giró lentamente la cabeza y sonrió.
-Perdona. Empecé a divagar. Dejé volar mis pensamientos. Quise decirte, desde el comienzo, que las casualidades no existen. Que da igual, quién te diga lo que tienes o no tienes que hacer. Sólo cuando verdaderamente quieres algo, ocurre. A eso se le llama causalidad. Buscas, encuentras. Pides, recibes. Siembras, recojes. Aquellos que creen que todo es suerte, suelen irse de esta vida con la sensación de no haber vivido realmente. Quién de verdad busca una oportunidad, quién tiene en algún recóndido lugar de su alma, deseos de cambiar y ser mejor, ese ser, se hace responsable de sus actos. Toda acción tiene una consecuencia. Si decides mudarte a otra charca, bien por falta de alimento o cualquier otro motivo, actuarás en consecuencia y te mudarás, el efecto será que conocerás otros lugares . A veces, hay quién por miedo al efecto que pueda tener tomar una decisión y ejecutarla decide no hacer nada. Pero eso también es una acción. Si decides no hacer nada, dejarás de comer, de bañarte, dejarás de hacer cualquier cosa y morirás. Incluso el no hacer nada ya es una decisión. En ambos casos, tú eres el único responsable.  Aquel que cree en las casualidades, no hará nada y sus efectos serán nefastos, aquel que piensa que hay muchas acciones maravillosas para conseguir algo busca CAUSAS, razones para obrar y llegar a su meta. Por eso, señor sapo, conoció a la mariposa, por eso vine a esta charca, porque tú querías aprender a volar, porque tu generosidad es más fuerte que tu ego, porque la casualidad no existe, todo sucede por algo, pero para ello, uno tiene que poner los medios para que verdaderamente suceda. Por eso tomamos decisiones, las llevamos a cabo y eso tiene un efecto.
El sapo soltó un profundo suspiro. Iba a necesitar varios días para entender todo lo que le había dicho el búho.
- Te dejaré descansar, amigo sapo. nos veremos pronto.
El búho alzó el vuelo.