lunes, 21 de abril de 2014

Las casualidades no existen.

-¿Cuándo aprenderé a ser un mago?
El búho había vuelto a visitar al sapo. 
-¿Aún no te has preguntado por qué nos conocimos?-respondió el búho.
-¡Claro! Llegaste una noche y te sentaste aquí. Comenzaste a hablar con las estrellas y a mi me molestó. Creo que sentí celos. Una tontería, claro; las estrellas no pertenecen a nadie. Y además hay muchas, de sobra para todos. Nos conocimos por casualidad, porque estábamos en el mismo lugar.
-Me gusta que veas así las estrellas- el búho abrió y cerró las alas, mostrando lo bellas que eran. En sus movimientos, la naturalidad del que todo lo tiene pero no presume de ello- Amigo sapo, las casualidades no existen.
El sapo miró fijamente al búho. No entendía lo que le estaba diciendo. ¿Acaso no era eso lo que tenía que responder?
- Nadie posee la verdad absoluta. El gran don que tiene la mortalidad es aprender, rectificar, des- aprender y rectificar de nuevo. Nunca respondas algo que no piensas, sólo porque sea lo que el otro quiere escuchar. Eso es peligroso. Son mentiras, restan fuerza a la verdadera magia y además te convierten en su esclavo. Es preferible, que en esas situaciones, guardes silencio.
Quizás, yo no hice la pregunta correctamente. Por lo tanto, rectificaré: ¿Crees, de verdad, que nos conocimos por casualidad?
El pobre sapo seguía sin saber la respuesta. Esta vez, cerró con fuerza la boca. Si tenía alguna magia dentro de él, no quería se evaporase por una mentira tal y como le había dicho el búho. Mejor escuchaba.
-Eres rápido asimilando nuevos conceptos. Es, junto con la humildad, una gran virtud. Verás, hace unos días vino a verme una pequeña mariposa. Lleva muchas vidas siendo compañera de viaje. En cada una de ellas, su magia y su corazón se han ido haciendo muy grandes. Es tan maravillosamente humilde, que incluso sabiendo mucho, se sigue considerando una alumna. Ella me habló de tí. Me dijo que le había conmovido tu mirada limpia tras unos modales un tanto descorteses y orgullosos. Y eso me dio que pensar. 
- ¡Claro! La mariposa te mandó. ¡Tú eres el maestro del que ella me habló.!
- No. Ella no me mandó. Yo decidí venir. Hay una gran diferencia - contestó riendo el búho - Verás, muchos te pueden decir lo que puedes o no hacer. Pero créeme, incluso aunque sea para sobrevivir, fíjate en que seas siempre tú el que decide si haces algo o no.
-Ya, claro.- el sapo no tenía ni la más remota idea de lo que el búho le quería decir.
-Decidí acudir porque la mariposa me dijo que llorabas. Cuando alguien llora por un capricho, sus lagrimas se secan pronto. Cuando alguien llora por dar lastima, en su mirada hay una señal inequívoca de ego, una altanería facilmente identificable. Cuando alguien llora por verdadera tristeza, pero al más leve atisbo de esperanza pide ayuda... ¡Amigo!, esas lágrimas señalan a quien será un entrañable y sagaz alumno.
Y no me malinterpretes, querido sapo. A veces creo que me estoy haciendo viejo para contar historias o enseñar, o quizás sea que ando un poco cansado de tener que estar siempre en esa cuerda floja, en esa línea divisoria, entre hacer el bien o dejar que cada uno tropiece las veces que necesite en su camino. Pero siempre aparece alguien como tú que me recuerda que debo seguir aprendiendo, enseñando.
-Señor búho, lo siento. Me perdí. No entiendo nada de lo que me está hablando.
El búho giró lentamente la cabeza y sonrió.
-Perdona. Empecé a divagar. Dejé volar mis pensamientos. Quise decirte, desde el comienzo, que las casualidades no existen. Que da igual, quién te diga lo que tienes o no tienes que hacer. Sólo cuando verdaderamente quieres algo, ocurre. A eso se le llama causalidad. Buscas, encuentras. Pides, recibes. Siembras, recojes. Aquellos que creen que todo es suerte, suelen irse de esta vida con la sensación de no haber vivido realmente. Quién de verdad busca una oportunidad, quién tiene en algún recóndido lugar de su alma, deseos de cambiar y ser mejor, ese ser, se hace responsable de sus actos. Toda acción tiene una consecuencia. Si decides mudarte a otra charca, bien por falta de alimento o cualquier otro motivo, actuarás en consecuencia y te mudarás, el efecto será que conocerás otros lugares . A veces, hay quién por miedo al efecto que pueda tener tomar una decisión y ejecutarla decide no hacer nada. Pero eso también es una acción. Si decides no hacer nada, dejarás de comer, de bañarte, dejarás de hacer cualquier cosa y morirás. Incluso el no hacer nada ya es una decisión. En ambos casos, tú eres el único responsable.  Aquel que cree en las casualidades, no hará nada y sus efectos serán nefastos, aquel que piensa que hay muchas acciones maravillosas para conseguir algo busca CAUSAS, razones para obrar y llegar a su meta. Por eso, señor sapo, conoció a la mariposa, por eso vine a esta charca, porque tú querías aprender a volar, porque tu generosidad es más fuerte que tu ego, porque la casualidad no existe, todo sucede por algo, pero para ello, uno tiene que poner los medios para que verdaderamente suceda. Por eso tomamos decisiones, las llevamos a cabo y eso tiene un efecto.
El sapo soltó un profundo suspiro. Iba a necesitar varios días para entender todo lo que le había dicho el búho.
- Te dejaré descansar, amigo sapo. nos veremos pronto.
El búho alzó el vuelo.

2 comentarios:

  1. Sólo cuando verdaderamente quieres algo, ocurre.
    ¿Sabes que creo que es verdad? Siempre que he peleado en serio por algo que quería lo he conseguido y si se me ha escapado... me parece que fue porque en algún momento tiré la toalla y viré el rumbo.

    Tus personajes son muy sabios, Mabel

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  2. Gracias por tu palabras Mayte. Yo creo que también viré el rumbo en alguna otra ocasión, o quizá deseé lo que no necesitaba en ese momento...
    Supongo que las cosas, o ciertas cosas, necesitan un proceso de maduración, de aprender antes de llegar a la meta, para que sepamos como sacar provecho.. en fin, esos pequeños detalles mejor los dejamos para otra visita del búho. Jajaja
    Un abrazo fuerte.

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